Sunset Park
por carles66
Lo que tienen las casualidades si uno creyera en ellas. Acabo de leer esta novela de Paul Auster y me encuentro con las siguientes palabras al final referidas al protagonista Miles Heller: “y se pregunta si vale la pena tener esperanza en el porvenir cuando no hay futuro, y de ahora en adelante, dice para sí, dejará de tener esperanza en la vida y vivirá exclusivamente para hoy mismo, para este momento, este instante fugaz, el ahora que está aquí y ya no está, el momento que se ha ido para siempre.” Sin quererlo, nos acompañan en la reflexión los versos de Ángel González:
Te llaman porvenir
porque no vienes nunca.
Te llaman: porvenir,
y esperan que tú llegues
como un animal manso
a comer en su mano.
Pero tú permaneces
más allá de las horas,
agazapado no se sabe dónde.
La comparación con las palabras finales de Olga en “Las tres hermanas” de Chéjov se hace inevitable (ver entrada anterior). Y es que la novela de Auster, magnífica, también pone su acento en los personajes más que en la acción que protagonizan. Miles es un joven atormentado por su pasado que no encuentra su lugar en el mundo. Sin saber demasiado bien qué hacer, la fuerza de los acontecimientos parece decidir su destino de manera fatal. Es un personaje, en este sentido, clásico, pues parece incapaz de tomar las riendas de su propia vida y, cuando más parece alejarse del camino aparentemente trazado, más se acerca a su final. La fuerza de lo inevitable, de algo que es más fuerte que uno mismo y contra lo que no hay nada que hacer. Un sentimiento ciertamente humano y que en los tiempos que corren, nada propicios al optmismo, puede adueñarse de más de uno sin darse cuenta. Una vez más, la literatura, la buena literatura, nos enfrenta con nuestros propios fantasmas y nos ayuda a librarnos de ellos o, en el peor de los casos, a soportar su presencia sin tener que volvernos locos. Los diferentes personajes que pueblan la novela de Auster tienen este particular enfrentamiento con ellos mismos, con sus vidas, con sus éxitos y fracasos, y de este enfrentamiento, mientras curan sus heridas, aprenden un lección para encarar el futuro. El lector decidirá si es la adecuada o no. ¡Feliz lectura!
Ya sabe usted que ese conflicto entre ser lo que uno desea y caminar con los ojos vendados hacia el precipicio de lo inesperado me cala y me hace reflexionar a menudo. ¡Qué grande la poesía griega cuando crea un personaje salvajemente tratado por el destino pero que heroicamente se yergue ante él con esa èpica dignidad como nuestro querido Edipo! A por el libro de Auster (que ya sabe que me gusta mucho).