De mayorías y minorías. ¡Indignaos! de Stéphane Hessel

por carles66

Tras la lectura de este librito de S. Hesse, a parte de hacerle caso e indignarme, una serie de reflexiones me han venido a la cabeza y quiero compartirlas. Me he fijado que la obra va ya por la quinta impresión (sólo en castellano y en tres meses) y ha sido una de las dos obras más vendidas, tanto en catalán como en castellano, en la última edición de la fiesta de Sant Jordi. En una reciente estadística se contaban ya 600.000 ejemplares vendidos. Por tanto, y a tenor de las cifras, podemos considerar que hay muchas personas que comparten las ideas de este autor (un servidor también) y nos alegramos por ello. Sin embargo, una pregunta me deja intranquilo: ¿dónde están? o mejor dicho ¿dónde estamos?
Tantas personas, y muchas más que no han comprado ni leído el libro pero piensan igual, deberíamos constituir una mayoría que se hiciera sentir en este mundo. La mayoría de los que quieren la paz, la concordia entre los pueblos, la libertad y tantas otras aspiraciones legítimas del ser humano. En cualquier caso, me parece que nos mantenemos bastante callados, cada uno en su redil, diciéndonos que, curiosamente, nuestras ideas no tienen espacio en un mundo como el nuestro. Nos sentimos minoría, menuda paradoja, y nos fustigamos en pequeñas reuniones de iluminados para sentirnos, como mínimo, algo aliviados. En la otra parte, la de los que imponen sus ideas con la fuerza de las armas o la del dinero (mucho más poderosa), sus partidiarios se pasean por el mundo a sus anchas, regodeándose en su perversión, justificándola y dándole el mayor de los sentidos: el de saberse fuertes, invencibles. Son minoría, sí, pero se comportan como si no lo fueran. ¿Por qué? Contestar a esta pregunta no es fácil, pero voy a intentar dar una respuesta a pesar de no tener ninguna solución mágica. Vamos a ver.
Nuestro mundo, en general, vive bastante al margen de la reflexión intelectual. Acostumbramos a movernos por impulsos, muchas veces irracionales, y solemos dejar de lado todo lo que signifique profundizar en un problema, ponderar los pros y contras de un asunto, pensar, en definitiva. Si alguien nos pregunta si queremos la paz, automáticamente contestamos que sí, por supuesto. Pero si alguien no arranca con el semáforo puesto en verde, le gritamos (en el mejor de los casos) el nombre de su madre y nos ponemos como unos auténticos energúmenos. No nos paramos a pensar en qué significa la paz y, por tanto, en la mayoría de las ocasiones ganan nuestros instintos. Y, desengañémonos, en muchas ocasiones nuestros instintos no suelen aconsejarnos grandes cosas. Así, cuando hablamos de «mayorías», deberíamos plantearnos hasta dónde están dispuestas a avanzar estas mayorías. hasta dónde están dispuestas a asumir, en su propia vida, aquello que creen postular. En otras palabras, lo que dicta el sentido «común», vivir en función de nuestras convicciones, nada más y nada menos. Si no pasamos a los hechos, si nos quedamos en casa lamentándonos, nuestra fuerza no será nada frente a las supuestas minorías. Éstas sí que llevan su vida a la práctica, ahí está su fuerza, ellos sí están convencidos que lo suyo es lo mejor. Si los «buenos» tuviéramos semejante convencimiento para lo nuestro, estoy seguro que nuestra fuerza sería imparable. De momento lo dejo aquí, pero seguiré con el tema porque me parece que vale la pena.

 En cualquier caso,  es aconsejable leer este libro para seguir sabiendo que no estamos solos y que, a poco que nos lo propongamos, este mundo puede cambiar. Con muchos granitos de arena se puede hacer una montaña que oculte de una vez a los que van por el mundo creyéndose los amos de todo sin tener ni una pizca de conciencia. Probablemente, si somo capaces de hacer esto, seremos felices de verdad, pase lo que pase con la montaña.

¡Feliz lectura!