Lo que sé de mis libros

Un espacio para guardar la memoria

Categoría: narrativa en castellano

Por regiones fingidas, de Felipe Benítez Reyes

baixa (2)Libro maravilloso, por el autor, por la editorial (Interrogante editorial) y por los textos que ambos nos ofrecen. Textos breves, llenos de ingenio, de surrealismo, de literatura en estado puro, de agradecimiento por lo que la inteligencia y el talento pueden ofrecer a nuestra sociedad de hoy en día. Con las palabras de Benítez Reyes aflora la sonrisa del que no es ingenuo pero aún confía en el ser humano. Acabas la última página y te sientes agradecido por el regalo recibido. En Cádiz hay buena gente que merece todos mis aplausos y mi solidaridad con todas sus iniciativas. Amén.

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Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonnet

bonnetEste libro lo he leído como una paréntesis, configurando un entorno de silencio y de respeto a mi alrededor en el que no había espacio para nada más. La autora colombiana dedica el libro (Alfaguara, marzo 2013) a la memoria de su hijo Daniel, que se suicidó en Nueva York, a la edad de 28 años. Su escritura supone para el lector entrar en un espacio privado, íntimo, que Piedad Bonnet acepta compartir con nosotros como parte de una terapia personal y artística que la lleva a realizar una obra valiente, sincera y desgarradora, en la que no hay cabida para las disimulaciones o las poses aprendidas. Los recuerdos de y con su hijo se van enlazando con el relato del «trago» de su viaje a Nueva York para hacerse cargo, junto a su marido e hijas, de las disposiciones necesarias en casos como éste: recoger los objetos personales, hacerse cargo de las exequias, iniciar un duelo inesperado y sin consuelo, en definitiva, aprender a vivir en una nueva realidad con la que no se contaba.

La literatura es también catarsis, liberación, terapia contra el desaliento que, compartida con el lector, puede arrojar, sino consuelo, algo de paz en la tempestad. ¡Feliz lectura!

Paseos con mi madre, de Javier Pérez Andújar

andújarEn este libro publicado por Tusquets (noviembre 2011), el autor de Sant Adrià de Besòs (aunque él no lo diría así) realiza, a mi parecer, un ejercicio de valentía loable y que se agradece especialmente en estos tiempos de querer salir bien en la foto. Y valentía por varios motivos: primero, porque no es fácil iniciar con sinceridad un recorrido vital en busca de uno mismo: nunca sabes con lo que te vas a encontrar. Segundo, porque en ese recorrido realizas un reencuentro con todo aquello, y todos aquellos, que te han ido configurando como eres. Debes hacerlo con generosidad y sin dejar nadie atrás, aunque, como decíamos antes, no sea «políticamente correcto» o no quede bien llevarlo contigo de cóctel. En tercer lugar, porque no es fácil escribir bien sobre algo tan cercano: tu mismo y tus orígenes, la gente y los ambientes que han rodeado tu vida y que lo siguen haciendo. Y Pérez Andújar lo hace, regalándonos un excelente relato con una prosa que fluye segura enriqueciéndose con referencias culturales de diversa índole y con una voz personal fuerte y segura. Y por último,  porque en estos tiempos en los que las identidades colectivas parecen pesar más que las personales, donde las palabras «pueblo», «país», nación»… adquieren valores en los que uno no se reconoce, Pérez Andújar termina diciendo:

«Escucharé a mi madre paseando por el río Besòs y atravesando las llanuras secas de su voz anciana iré comprendiendo que no tengo más raíces que un puñado de palabras que apenas se usan, que ni siquiera soy de un idioma, que en realidad pertenezco a una voz»

Ojalá nunca perdamos la consciencia de quiénes somos y quién nos ha ayudado a serlo, en definitiva, ojalá nunca perdamos el eco de las voces de quienes nos han precedido. ¡Feliz lectura!